Friday, August 18, 2006

El amargo saber.

1985.

El teléfono sonó y sonó durante toda la noche. Nadie contestaba, parecía que algún alma trataba de hablar con alguien.

Mientras se quemaba la casa pensaba en todo el esfuerzo y los recuerdos perdidos dentro de aquel fogón. La vida entera que había pasado allí, sus primeros amores, las memorias de sus padres y hermanos, y tantas fiestas que una y otra vez reunieron a sus amigos. No pudo evitar, finalmente, derramar una lágrima en aquel terraplén desde el cual observaba el espectáculo magnificente.

Abajo, el pueblo reunido lloraba también la pérdida de aquel gran lugar de tertulias. Algunas viejas alimentaban el fuego con flores, otras con fotografías. Que triste espectáculo el ver el papel fotográfico derritiéndose bajo el intenso calor, ampollándose, perdiéndose como muchos otros recuerdos también lo habían hecho.

Invisible tras las llamas se escondía un hombre; el hombre que tenía un motivo para llevar a cabo tal lúgubre crimen; el espectáculo macabro. Se desvaneció tras las llamas y luego en los maizales, que dentro de la noche parecían infinitos. Era paradójico como las llamas con tanta luz lo cegaron y no le dejaron ver el rostro de tal sujeto.


1996.

Mientras husmeaba los papeles que yacían sobre su escritorio vio una carta que había llegado desde el condado vecino. Se le indicaba que viajara de inmediato, que era una situación de suma importancia y cuyo tema no se mencionaba en el mensaje. Inquietado decidió ir a resolver el asunto al día siguiente, debiendo dejar a su mujer en la ciudad. Su esposa había estado enferma desde el día de aquel incendio y la mejora nunca pareció próxima. Estaba condenada a quedarse en casa, ya que el contacto con el exterior empeoraba drásticamente su salud. Preocupado por esto, la dejó a cargo de una enfermera por un par de días, los cuales duraría su viaje.

A la mañana siguiente compró un pack de cigarrillos y se embarcó en su Toyota del 90’ por los innumerables cruces de autopistas del estado. Jake no sabía que ese viaje era uno que nunca debió haber hecho, pero era tal vez su deseo de saber el que lo impulsaba a realizar tal acto, que, inconscientemente había dejado a su esposa, la cosa más importante de su vida, en manos de un tercero.